TUMBA DE LA MARQUESA DE SAN JUAN DE NIEVA
OBRA DEL ESCULTOR CIPRIANO FERNANDEZ
Biografía
La tumba de la Marquesa de San Juan de Nieva es una de las más destacadas y llamativas del cementerio. Tallada en mármol de Carrara por el escultor Cipriano Folgueras tiene como figura más representativa un Ángel descalzo (humildad) con las alas desplegadas (honor y gloria) que enarbola en su mano derecha una trompeta, al tiempo que su mano y brazo izquierdo señalan hacia el cielo (el infinito, la ascensión). La tumba tiene el escudo de la familia y unas garras de león para mostrar su estatus social y el poder de la persona y su linaje. La corona de rosas representa el carácter femenino y familiar: el amor, la belleza, la paciencia… el matrimonio. La cruz oculta entre las sábanas su piedad y santidad.
El escultor: Cipriano Folgueras Doiztúa
Cipriano Folgueras, hijo de una modesta familia, es un escultor que pese a su muerte prematura (48 años) fue uno de los más destacados escultores del naturalismo español de finales del siglo XIX. Mientras que los niños de su edad se dedicaban a los juegos propios de su clase, Cipriano se entretenía con puñados de barro que modelaba o tallaba figuras con una navaja. Así llegó a realizar su primer bajorrelieve, copia de un grabado que representaba a Colón, obra que ya consiguió un reconocimiento por parte de la Diputación provincial de Oviedo y que le sirvió para conseguir ser pensionado y completar su formación como escultor. Con quince años llegó a la prestigiosa Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, en la que permaneció cinco años como alumno.
Más tarde, perfecionaría su formación en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Viajó por Italia y Francia, donde entró en contacto con los artistas de vanguardia, entre otros Rodin.
Fue profesor en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de la sección de Pintura, Escultura y Grabado, en 1903, y posteriormente ocupó la cátedra de modelado en la misma Escuela.
Su obra
La mala suerte acompañó a este artista, siempre bien valorado y que recibió numerosos encargos públicos y privados, pero del que apenas se conservan unas pocas obras, muchas de ellas desparecidas en la Guerra Civil.
Una de sus obras más conocidas es la estatua sedente del fundador de la universidad de Oviedo D. Fernando de Valdés Salas, realizada en 1908 para conmemorar el tercer centenario de la Universidad de Oviedo. También destaca La vilba de Santander y la estatua del panteón de los marqueses de San Juan de Nieva que se encuentra en este cementerio. Es ésta una obra de gran relevancia, considerada como la mejor escultura funeraria de España, galardón otorgado en el II Concurso Nacional de Cementerios Españoles que organiza la revista Adiós Cultural.
El conjunto está formado por la cripta, diseñada por el maestro de obra avilesino Armando Fernández Cueto y el sarcófago con el ángel.
La estatua de Cipriano impacta por su corporeidad y un peso que lo hace más humano. Lo vemos recostado sobre el sarcófago, ricamente tallado y decorado con guirnaldas, molduras, el escudo familiar y apoyado sobre unas patas de león. Aparece en la parte baja del mismo la firma del escultor y la inscripción: “J. Vega. Marmolista. Uría 26. Oviedo”, haciendo referencia al taller en el que se hizo el trabajo en mármol. Es destacable el trabajo minucioso de los paños que cubren el sarcófago dejando entrever la cruz latina que está debajo.
El ángel muestra las alas desplegadas hacia arriba como si el vuelo no se hubiese detenido, la mano derecha apoyada y sosteniendo una trompeta y la mano izquierda estirada señalando al cielo. La túnica, amarrada con un cinturón, marca la silueta femenina del ángel al tiempo que cae haciendo pliegues perfectos, contrastando con unas enormes manos masculinas. La cabeza es de un chico joven, con la cara más expresiva que la de otros ángeles suyos, mirada penetrante y los labios entreabiertos. Lleva una diadema recogiendo un largo pelo que cae formando tirabuzones propios de la estética femenina. Este mestizaje de elementos masculinos y femeninos, es lo que le da un carácter andrógino y poco terrenal que resulta en cualquier caso desconcertante.
Cuenta la leyenda, que la escultura llevaba unas grandes piedras preciosas de color rojo haciendo de pupilas, que desaparecieron la primera noche que se instaló en el cementerio, aportando esta historia aún más misterio a esta fantástica escultura.
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